diumenge, 16 de setembre del 2012

Un panorama desolador


El título tiene por objeto, obviamente, la situación actual de España, tanto política pero sobretodo económica. No es de extrañar ya, que por muchos esfuerzos retóricos que haga el Gobierno, por muchas medidas-parche que haga en la dirección de la reducción del déficit, los mercados no le van a perdonar su estructura económica ni su modelo productivo, no le van a perdonar su miopía en el largo plazo cuando en éste país hubo superávits, tampoco le perdonan ya, sus “descuidos” a la hora de informar sobre el déficit (recuérdese el famoso “descuido” de Esperanza Aguirre de hace unos meses), no le perdonan que no se haya hecho ya una restructuración firme del Estado de las Autonomías, pero sobretodo, lo que ya no le perdonan es la gran ingente cantidad de dinero proveniente de fondos de la UE que han sido gastados de manera fraudulenta en infraestructuras en las cuales no se ha hecho ningún análisis del coste-beneficio, y no sólo eso, sino que algunas de ellas se ha probado que son extremadamente antieconómicas.

Con ésta introducción lo que quiero poner de relieve es que la culpa, como nos están queriendo hacer ver, no es de Europa, ni de que el Banco Central Europeo no cumple con la misión que sería la debida por un Banco Central, que es la de prestar en última instancia, no es que Merkel sea totalmente inflexible para con los países periféricos, pues no olvidemos que de lo que se queja Alemania es de que ya se ha cansado de transferir dinero a los Fondos Europeos y que luego se habiliten mecanismos de financiación y no haya una reforma de los puntos expresados arriba (a los que, obviamente me dejo bastantes reformas que deberían considerarse) y no se gasta ese dinero con rigor, es decir que no haya una clara contrapartida política, y hablo de que las grandes oligarquías que dominan la economía y la política en éste país disfruten de menos poder. Pues lo que se ha hecho en éste país durante lustros y lustros, ha sido vivir de la deuda, del crédito fácil y baratísimo (con la connivencia del BCE, claro está), de una burbuja que se sabía frágil, y ahora, como es de suponer, hay que pasar una etapa de desapalancamiento y de desendeudamiento. El problema es que el Estado en época de bonanza ha hecho que los ciudadanos, ilusoriamente, creyeran que la riqueza generada se mantendría creciente en el tiempo y los derechos, libertades y servicios prestados por parte de las AAPP  se mantendrían e incluso, paulatinamente, se irían mejorando. Que las nuevas generaciones vivirían mejor que las anteriores.

La consecuencia de un endeudamiento masivo, aunque huelga aquí decirlo, éste era eminentemente privado, a nivel empresarial y familiar, es que cuando una de las líneas de financiación (eminentemente la interbancaria, pues éstos, después de la crisis subprime no se fiaban los unos de los otros) la captación de la misma se vuelve más complicada y la desconfianza entre acreedores y deudores aumenta. A cambio de que Alemania de el visto buena para financiar a España, el país debe hacer reformas que hagan que los famosos mercados perciban que las cosas en éste país se van a hacer con más rigor. Que los dos partidos políticos interpretaran la dramática situación e intentaran hacer Pactos de Estado, que no pueden existir 17 autonomías, que las infraestructuras tienen que ir en la dirección de los resultados económicos y la creación de valor añadido en el territorio, que las listas electorales no pueden estar llenas de corruptos, que debe acabarse la cultura de vivir en la eterna subvención, y podría seguir, pero ya se habrá podido deducir que hay que reformar la política, hay que hacerlo también con el Estado, hay que quitar poder a las Oligarquías que pervierten el sistema político y económico en éste país. Anque bien hará España en valorar con mucha atención la conveniencia de ser rescatada, pues puede ser un balón de oxígeno envenenado, y la historia nos muestra los ejemplos de América del Sur, África y Asia, donde la deuda ha servido para “esclavizar” al país. 

dijous, 19 de juliol del 2012

Pérdida de la legitimidad democrática


En el actual sistema político la legitimidad del poder bebe de la teoría de Rousseau del consentimiento. Para que los ciudadanos que ejercitan su derecho a voto puedan decidir a qué partido político depositan su confianza éstos presentan un programa electoral, y los ciudadanos, después de ponderar que programa se adecúa mejor a lo que ellos creen que es mejor para la sociedad (o defiende mejor sus intereses) prestan su consentimiento, mediante el voto, de que el partido que ha presentado ese programa electoral (y tenga una ideología afín a la suya) pueda gobernar para llevarlo a cabo. Por resumirlo ; se dota de legitimidad, de consentimiento, cuando se deposita el voto, la confianza, en un partido político u otro en virtud de su programa de actuación y su ideología, plasmado todo ello en su programa electoral, que debe ser el que marque las líneas maestras de su actuación política.

El partido que gobierna en España en la actualidad (PP) presentó un programa electoral muy bonito y virtuoso. Pero no sólo se trataba de ser coherentes con su programa electoral (que bajo mi punto de vista debería ser vinculante) sino también con el conjunto de las declaraciones que se habían realizado, en las que se trataba de poner de relieve que el problema no era europeo o global, sino que el problema era que gobernaba un partido incompetente, se encarecía enérgicamente al cambio, y ésta palabra aparece hasta aborrecerla en dicho programa.
Llegados hasta aquí, y en vistas de que el incumplimiento sistemático del programa electoral con el pretexto de la herencia recibida y los dictados que se envían desde Europa es altamente irresponsable. Los ciudadanos votaron al PP confiados en que haría una política distinta (sobretodo en materia económica) ven ahora, resignados, como no sólo se continúa exprimiendo el malogrado estado del bienestar sino que las políticas estructurales de ajuste (eufemismo para denominar los recortes) son el pan de cada Consejo de Ministros.  Ante éste hecho, ante éste incumplimiento reiterado el Gobierno debería hacerse la pregunta interna de qué legitimidad democrática es la que goza, de si los ciudadanos que, confiando en ese programa y en esa retórica repetitiva pero convincente, pueden haber cambiado de opinión respecto al voto que ingenuamente dieron. Debe preguntarse si ante unos recortes que no sólo afectan a sus electores sino a los electores de los demás partidos, cabría esperar un gran pacto nacional

A modo de ejemplos, los más relevantes, se repitió hasta la extenuación que el PP no daría “ni un euro” a la banca, como sí había hecho el PSOE, y faltaron pocas semanas para que el Ministro De Guindos afirmara que Bankia tendría todo el apoyo financiero que necesitara (claro está que hizo estas declaraciones de cara a los inversores). En segundo lugar, también muy sangrante, se afirmaba sin ningún tipo de tapujos, que no sólo no se subirían impuestos sino que se bajarían. No pasó ni un mes que se incrementó el IRPF (haciendo caso omiso a la demandada equiparación entre rentas del capital mobiliario (21%) y las rentas del trabajo (en Cataluña máximo de un 56%)), y ya lo que roza el ridículo es oír las declaraciones de Mariano Rajoy y sus secuaces sobre el IVA en marzo de 2010. “Se debe subir por la inoperancia de Zapatero” se lamentaban. Pues ahora todo se ha maquillado en que “son recomendaciones del Consejo Europeo y el FMI” y todos felices.

Fuera bromas, se debería plantear muy seriamente la posibilidad de o bien hacer un gran pacto nacional entre las distintas fuerzas políticas (variante realista) o bien realizar un referéndum ciudadano en el que se incluyan, en esencia, el conjunto de los recortes que se deben realizar para que los ciudadanos puedan deliberar sobre su conveniencia (variante utópica). Y si esto no es posible (como no lo fue en Grecia) debería ser coherente con sus promesas electorales y su programa (aunque sólo fuera lo mínimo) y plantar cara a Europa y si ésta no permite esa actitud (como en Grecia) explicarlo claramente y sin tapujos a la ciudadanía, con la verdad, esa palabra tan ansiada y tan poco puesta en práctica, por delante.
Si es incapaz de poder plantear alguna de éstas cuestiones lo que debería hacer el PP, por coherencia democrática es convocar unas elecciones. Pues el escenario, desde noviembre de 2011, ha cambiado de manera muy pronunciada. El Gobierno ya no goza del consentimiento ciudadano para gobernar, ha perdido la legitimidad democrática para ello.

diumenge, 8 de juliol del 2012

País de corruptos

Decía Alejandro Nieto en su libro "La corrupción en la España democrática" que "la corrupción sigue al poder como la sombra al cuerpo". No le falta ni un atisbo de razón. En el reporte que acaba de publicar Transparency International, España ha caído hasta la 31 posición con una nota de un 6,2 sobre 10, y aunque sean simples estadísticas, nos dibujan la percepción que la ciudadanía tiene del poder, es decir, una mala imagen asociada al interés privado cuando se ejerce un cargo público. Porque la corrupción, bajo mi punto de vista, no es más que eso, es confundir gestión pública con interés privado, y por desgracia, los últimos casos destapados hacen pensar que en España hay muchos sectores del poder que todavía viven con una mentalidad predemocrática, baste comentar aquí a modo de ejemplo la visión que Carlos Dívar (expresidente del Consejo General del Poder Judicial) tiene de los fondos públicos; su arbitraria utilización para viajes a Marbella no debía generar, en ningún caso, si por él hubiera sido, su dimisión. Y ésto es preocupante para con el cargo más importante del poder judicial, donde la ejemplaridad debería quedar inmaculada. Aunque aquéllos que la recomiendan para todos los cargos públicos en mensajes de navidad, a la postre, tampoco la cumplan, cuando la justicia en éste país se administra en su nombre. ¿Donde queda la ética y la moral del poder?


La corrupción queda ampliamente asociada a la financiación de partidos políticos, y es que, en la sociedad actual, en la que los grandes mítines, los carteles imaginativos, los anuncios de televisión en campaña electoral, etc. son los que acaban decantando la balanza en unas elecciones y dado su alto precio y la menguada financiación que sale de los Presupuestos Generales del Estado (recordemos que en los actuales la partida se ha visto, de nuevo, reducida) los partidos políticos, si quieren ser visibles, captar el voto publicitando su candidatura, requieren de financiación externa. Es aquí donde han operado las ya famosas recalificaciones urbanísticas a cambio de comisiones para el partido, las subvenciones a cambio de contrapartidas, los "amigos del alma", las adjudicaciones de contratos públicos a dedo y un largo etcétera. El deber de obediencia al partido hace que los políticos honrados deban mirar hacia otro lado y el corporativismo sea la nota reinante, por lo que es común que los casos de corrupción sean destapados, muy a menudo, por despechados, el partido de la oposición, etc. Y valga aquí decir que la corrupción no es un problema de izquierda o de derechas como un conjunto amplio de la ciudadanía así entiende; es un problema de llegar al poder y mantenerse en él (sin medios y recursos esa posibilidad es quimérica).


Lo más preocupante es que si el poder (la cúspide de la pirámide de una sociedad) es corrupto, las distintas capas de la sociedad tienden a serlo y de hecho, en éste país, lo son. Las últimas cifras de fraude fiscal dibujan la hiriente cifra de 81.000 millones de €, y sólo aquéllos que anden faltos de perspectiva no pueden establecer una causa-efecto entre la corrupción de los poderes públicos con la evasión fiscal. La ya famosa premisa de "no taxation without representation" cobra aquí vida, si yo no creo en la política, no creo en el Estado, opino que mis impuestos son gastados arbitrariamente y en gastos que no repercuten en mi bienestar si puedo evadir impuestos lo haré y mi justificación será que los gestores públicos no me representan y su manera de gastarse mis impuestos tampoco.
Para paliar ésta disfunción opino que debería entrar, cual estampida, la Justicia. Ella debe ser la que aplique las normas existentes que regulan la materia (que las hay pero rara vez se aplican), ella debe ser la que de el claro mensaje a la sociedad de que quién la hace la paga. Ella debe ser la que, en virtud de la separación de poderes, controle al ejecutivo y legislativo para que actúen en nombre del interés público y del bienestar general; no que se beneficien en interés provado y procuren el bienestar y ambición de su partido.


Para acabar, y fomentar la reflexión, citaré a Ludwig Von Mises, quién dijo; "La corrupción es un mal inherente a todo gobierno que no está controlado por la opinión pública". Y añadiré; "y para que haya opinión pública debe haber información objetiva y veraz".

dimecres, 27 de juny del 2012

Bisturí europeo

Llega el momento de la verdad, aquel en el que se tiene que seguir empujando la piedra a la cima de la montaña creyendo que aún queda recorrido o, de lo contrario, la piedra ya llegó a la cima y puede precipitarse al vacío por su propio peso, el gran mito de Sisif. Hablo de la Unión Europea, naturalmente, ese territorio en que la palabra improvisación cobra su máximo esplendor.
En sus inicios ya los padres fundadores (Jaques Delors principalmente) vieron que una unión política europea era una quimera para con unos países que llevaban siglos entrando en guerra. En cierto modo, debemos mirar el siglo pasado como un gran logro, pues llevamos casi tres cuartos de siglo sin una guerra en europa (impensable 3 siglos atrás) y la cohesión social es más fuerte. Pero el hecho ineludible de que una unión política y su consecuente cesión de soberanía por parte de los Estados que la conformaran era quimérico en esas fechas (mediados de siglo pasado), muy perspicazmente se lanzaron a la posibilidad de una unión económica que ya en el 1957 con la Comunidad Económica del Carbón y del Acero conformó a Luxemburgo, Alemania, Francia, Países Bajos, Austria e Italia que se juntaron eminentemente para que ambas materias primas pudiesen libremente circular por dichos países suprimiendo las restricciones arancelarias. Con una cronología de reformas que otro día sería más idoneo explicar, se llegó al crucial 1992, con el Tratado de Maastricht, en el que se aprobó el mercado único, es decir, libre circulación de capitales, personas, bienes y servicios para todos los miembros de la Unión Europea.

Éste tratado (modificado por el Tratado de Lisboa de 2007) es la piedra angular de toda la normativa económica, fiscal y de derecho de la competencia de la UE. Baste aquí decir que la historia es la que nos permite juzgar hechos pasados y aquí opino que se hizo una tortilla sin huevos, por poner una metáfora. Se pretendió una unión económica que, inexorablemente, conducía a una moneda única, pues no tenía ningún tipo de sentido hacer cambio de divisas si había tanta facilidad para la libre circulación de lo apuntado antes. En el 2001, no sin tensiones, se indrodujo la moneda única para los países que iban a formar lo que a partid de ese momento se llamaría la Eurozona. Dichos países cedían la política monetaria (esencialmente controlar los tipos de interés del dinero a efectos de paliar la inflación) en exclusiva al Banco Central Europeo. Por lo que en una de las materias que es capital en la economía los Estados ya no eran soberanos. Y baste aquí decir un dato que pasará de bien seguro a los libros de historia de ésta institución, en el 2008, con claro ciclo recesivo, mantuvo los tipos por encima del 3,5 %, cosa que a largo plazo ha significado una lacra para ésta Gran Recesión.
Dejando hechos históricos aparte, vemos como una quimera en los años 50 del siglo pasado se ha convertido en realidad en éstos últimos años pero, ¿a qué precio? ¿Quienes han seguido beneficiándose? Pues atendiendo a la libre circulación de personas aquellos países que dispongan de ofertas laborales. Atendiendo a la libre circulación de bienes aquellos países más exportadores que no deberán pagar gastos aduaneros. Y atendiendo a la libre circulación de capitales a aquellos que teniendo capital para mover, no pretenden someterse a ningún tipo de restricción (para mi una total fuente a la evasión fiscal). Por último la libre circulación de servicios beneficia a aquellas empresas que mejor sepan o puedan prestar los servicios. Y todo ello bajo un estricto régimen de competencia que paso a analizar en el párrafo siguiente.

El derecho de la competencia es uno de los estandártes modificados en Lisboa en el año 2007, de donde salió el Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea (TFUE) que modificaba el ya citado Tratado de la Unión Europea (Maastricht). Los artículos que regulan dicho régimen dejan pocas dudas al respecto, y, de manera legal, vincula a toda la actividad económica a tener que competir, no permite los acuerdos colusorios y todo ello enfocado a que quienes van a salir ganando van a ser los clientes ya que si las empresas se muestran competitivas entre sí los precios se veran reducidos para captar cuota de mercado y los clientes deberan pagar menos por los bienes o servicios. Falacia del mercado. Ja John Rockefeller dijo en su día: "quiero ser dueño de nada y controlarlo todo. La competencia es un pecado". A nadie se le debería escapar que los holdings pueden jurídicamente no parecerlo, pero de facto son el pan nuestro de cada día, por lo que el Derecho de la Competencia esencialmente ha servido para fomentar el hecho de que las empresas se hagan más y más grandes y, con la clara consecuencia, de que los pequeños y medianos empresarios son los que ven que no pueden competir contra esas empresas que se fusionan y absorven sistemáticamente. Mención aparte el tema de las subvenciones, en los que, el Tratado en el artículo 107, directamente las prohíbe y sólo abre la puerta al caso de ayudas sociales a ¡consumidores! (los famosas ayudas para comprar coches o electrodomésticos), las ayudas concedidas por desastres naturales y en, último lugar, algo que me sorprende, a regiones de la antigua República Federal Alemana para favorecer su economía (estamos en el año 2012 y todavía no se ha derogado esa parte).

Por lo que cabe aquí hacerse la crucial pregunta: ¿A quién beneficia la Unión Económica y Monetaria europea? Por lo, aunque desordenado, apuntado en los párrafos anteriores creo que puede deducirse claramente que el hecho de estar unidos económicamente beneficia a aquellos que son más potentes en dicha materia. El bisturí europeo ha fijado sus objetivos primero, en suprimir las restricciones al comercio y al trabajo (siempre trabajadores de la UE, naturalmente), pero se ha olvidado quizá de que la UE la conforman más de 400 millones de personas las cuales ven como, perdidos en cumbres europeas, reuniones secretas, presiones, etc. los políticos de las Instituciones y los de los distintos estados miembros se funden en debates interminables y en posiciones cerradas de las que no se quiere salir, con el objetivo indirecto y no revelado de querer proteger su economía. No he querido desvelar el nombre, aunque seguro que ustedes ya lo saben mejor que yo, del máximo beneficiado de la UEM; Alemania. Y ésto debería comenzarse a explicar sin tapujos cuando todos los "consejos" provienen de ese país. Hay que comenzar a llamar peras a las peras y manzanas a las manzanas. Gobernar pensando en las futuras generaciones, no en las futuras elecciones. 

dimarts, 26 de juny del 2012

Amnistía fiscal

El Gobierno, mediante un Real Decreto-Ley introdujo medidas de caracter tributario entre las cuales se daba cabida a una repatriación de capitales evadidos a paraísos fiscales provinientes del Impuesto de la Renta de las Personas Físicas y el Impuesto de Sociedades (se dejan impuestos tan importantes y tan susceptibles de ser defraudados como el IVA) entre los períodos 2006 y 2011 (lógico pues las deudas tributarias prescriben a los 5 años). Lo preocupante es que sólo se les exigirá un 10% de todo lo que debían, es decir, aquellos que "robaron", "eludieron", "defraudaron" se les premia con una bonificación del 90% de todas las cantidades adeudadas.

Ésta medida puede generan conflictos sociales a mi modo de ver, pues deja el principio de seguridad jurídica, el confiar en la Ley y que ésta misma va a ser aplicada en condiciones de igualdad a todos los ciudadanos, pues hace que un grupo de ellos (los evasores fiscales) tengan un trato preferencial del resto de los contribuyentes y además se relativiza el delito fiscal, que a mi modo de ver es uno de los más insolidarios e infames que existen. El hecho de que éstas personas hayan "escondido" todo lo que la ley les ha permitido ha tenido una incidencia clara en el déficit y son coresponsables de que ahora tengamos que ajustar el gasto de una manera tan draconiana (pues se aumentaba el déficit por la vía de los ingresos, en éste caso tributarios).

Por todo lo expuesto creo que ésta medida puede crispar aún más los ánimos y puede fomentar aún más, si cabe, las desigualdades sociales que se han acentuado todavía más delante de la Gran Recesión que estamos viviendo. Aunque creo, ya como opinión personal, que no se tiene la cultura en éste país, de que pagar impuestos sea algo bueno y virtuoso para con los demás ciudadanos, creo que hace falta más pedagogia y sobretodo transparencia para creer en la finalidad de pagar impuestos, es decir, sostener el gasto público y contribuir entre todos al interés/bienestar general.

Apunte/propuesta final: para empezar propondría cambiar la palabra "impuesto" (proviniente de imposición) por contribución (relacionada con la cooperación), ya que creo que sería un primer paso sintomático, además de que siglos atrás, antes de la influencia francesa en ésta materia, se llamaron contribuciones.

diumenge, 24 de juny del 2012

Capitalismo en beneficios, comunismo en pérdidas

Efectivamente, el título ya es de por si muy ilustrativo, pero en éste, mi primer artículo de éste blog, trataré de exponer los hechos que me hacen creer que éste sistema, comúnmente aceptado que es capitalista, sólo lo es en los beneficios cuando se trata de grandes corporaciones, entidades de crédito y toda gran empresa que pueda acogerse a la tan ilustrativa frase, con película incluída ("Too big too fail"), de que son demasiado grandes para caer. Ésto puede no llegar a ser del todo cierto, pero uno de los grandes ítems que deben seguirse para manipular y moldear la voluntad de las masas es sembrar el miedo, el miedo de que quienes van a verse perjudicados por la decisión política de aplicar las Leyes del sistema capitalista van a ser ellos, sus depósitos, sus pensiones su, lamentablemente, medio de vida para vivir que es el dinero. Otro día volveré sobre el tema del dinero.




Hemos visto desde que estalló la crisis un sinfin de bancos con problemas muy serios para salir del atolladero donde se encontraban. La causa ha sido repetida hasta la saciedad, aunque creo que han sido varios factores los que influyeron a la que debería haber sido su caída. Unas reservas ínfimas, unos créditos temerarios y aquí si lo voy a decir, con más responsabilidad por parte del asesor financiero que de quien pide la hipoteca (una hipoteca que cubra más de un 80% del valor del inmueble y suponga más de un 30% de las rentas menuales que percibe el solicitante es una temeridad, una mala praxis bancaria), unas operaciones financieras arriesgadísimas asignando liquidez a un sector burbuja como el inmobiliario y para mí de lo más grave, una contabilidad claramente inflada, y ésto no es baladí, pues para obtener financiación debes tener tu balance saneado, o almenos aparentarlo (que es a lo que se han acogido los bancos y cajas de éste país. Pero lo perplejo es que todos esos grandes riesgos que asumieron los bancos en épocas expansivas y que, como cualquier inversor sabe, reportaban grandes beneficios en caso de éxito, al verse escindidos, los quieren hacer cobrar al contribuyente. Si, a mi eso de la línea de crédito pues que quereis que os diga, si es el Estado quien acaba avalando el rescate claro está que parte de la barra libre la pagaran los ciudadanos. Es decir, vemos como cuando las vacas eran gordas los beneficios eran claramente privatizados, las reglas de la competencia se aplicaban ferozmente, el banco que más interés ofrecía era el más virtuoso, sin importar en qué invertía y los riesgos que corría. Pero llegó el gran handicap, el día que hubo que provisionar pérdidas, nos dimos cuenta de la realidad del juego; que las pérdidas ya no formaban parte de sus previsiones, que si se quería evitar la quiebra y el contagio se debía "ayudar" a la banca a sanearse, o lo que es lo mismo, a volver a llenar sus vacías arcas (recordemos que el capital core bancario está fijado en un 7% pero ni eso, evidentemente, se ha cumplido). Es decir los beneficios son completamente privados, es cuando el capitalismo opera en su máxima expresión, pero las pérdidas deben ser asumidas como en un Estado comunista, por el conjunto de los ciudadanos, porque los bancos son el "bien común", qué paradoja!




Vivimos unos días de mentiras muy preocupantes, que hacen que ya no sepamos a quien creer, ni mucho menos a quien obedecer. Se nos dice constantemente que se toman las decisiones para "calmar los mercados", esos inversores privados que se atreven a especular con la deuda pública, con el dinero que el Estado necesita, por ejemplo, para pagar la educación o la sanidad. Se tiene una fe, casi religiosa en los mercados, es como un nuevo Dios creado a imagen y semejanza de las grandes corporaciones y grandes entidades bancarias. El problema principal de creer en un dios, sea cual sea, es que los argumentos que se dan para dar respuestas a los problemas suelen no responder a la razón, sino a la cegada fe. Eso es lo que ocurre, vemos como, sabiendo que no vivimos en un capitalismo (por lo expuesto y mucho más) se sigue teniendo éste fe ciega en los mercados como eficientes asignadores de recursos, cosa que empíricamente se ha demostrado falsa.