dilluns, 28 de desembre del 2015

La cintura de la CUP y Junts pel Si (JxS)


El pensamiento de Ortega y Gasset disponía de un pilar fundamental el cual descansaba en la teoría de que “Yo soy yo y mi circunstancia”. Nuestra esencia debe, de alguna manera, adaptarse a las circunstancias que nos toca vivir y a los contextos en los cuales las mismas se producen. Mi yo no puede escapar de una afectación tan directa como las circunstancias en los que debe vivir y desenvolverse.

Es interesante mirar desde ese prisma la situación que está viviendo la CUP desde el mismo momento en que sus 10 diputados en el Parlament de Catalunya se han convertido en la clave, en la muleta, en la condición sin la cual no existe (parece) la investidura de Artur Mas (con 62 diputados). El bombardeo por tierra, mar y twiter del que hablaba Baños. Todos los ojos se han cernido sobre una formación peculiar y con unos ritmos de funcionamiento que han descolocado a muchos.


Ayer se produjo la tan ansiada Asamblea que debía, en principio, desbloquear la situación. Se trataba de decidir, en cuatro votaciones, cual de los escenarios era el más idóneo para la formación 'cupaire', en definitiva; sí o no a la investidura de Mas. La votación más importante arrojó un empate a 1515 votos. La CUP dividida y emplazando a Junts pel Sí a proponer una solución que “genere más consenso”.

¿Se está a la altura del contexto histórico? ¿Las dinámicas de funcionamiento de un partido político asambleario están agrietando 'el procés' o lo refuerzan? ¿Si las personas no son importantes por qué JxS no propone una alternativa? ¿A quién le falta más cintura, a la CUP, presa de sus contradicciones, o a JxS presa de su falta de alternativas?

Lamentablemente hay que acordarse de aquello que dijo el antiguo Presidente del Estado español, José María Aznar, cuando afirmó que antes de que se rompiera España se rompería Catalunya. Y aquí peleándonos como niños pequeños. Unos que quieren su candidato sí o sí y los otros que no calibran bien sus fuerzas (10 escaños frente a 62) y que además no proponen sino que dejan la iniciativa a JxS y se limitan, únicamente, a llevarlo a la Asemblea.

Muchos son los que están abrumados, descolocados, cansados, hastiados e incluso indignados con la falta de cintura de ambos partidos. Y pasa lo de siempre, que son los partidos políticos los que se permiten el lujo de interpretar el sentimiento del pueblo (parte de él) y el significado del voto de unos ciudadanos que lo único que quieren es que, de una vez, se llegue a un consenso que permita que se comience a gobernar de una vez. Bajar de sus respectivos burros, eso toca.

Y no olvidar la fuerza que dan 72 escaños independentistas. 

dissabte, 5 de desembre del 2015

Teletocracia


¿Que tienen en común Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Albert Rivera y Pablo Iglesias? Muchos pensarán con razón que todos son candidatos a la presidencia del Gobierno por sus respectivos partidos pero lo que interesa en éste artículo es destacar que todos, sin excepción, se han paseado por los platós de televisión mostrando su cara más simpática y alejada de la política.

Sí, dentro de los medios de comunicación los candidatos a la presidencia, con la aquiescencia por no decir insistencia de sus respectivos jefes/as de campaña y asesores/as, han terciado que la televisión les puede hacer llegar incluso y sobretodo a aquél rincón tan apetecible; el de los indecisos.

La televisión actúa como un mecanismo de comunicación masivo en el que el espectador observa como los candidatos/as (o sus más próximos colaboradores) gustan de mostrarse simpáticos y con una apariencia de sinceridad en programas que pueden tener que ver o no con la política pero que buscan el acercamiento del político/a al electorado mediante la 'caja tonta'. Una ilusión donde más información realmente significa menos y más distorsionada.

Pues bien. Estamos asistiendo impávidos a una peligrosa tendencia que no es nueva pero que jamás había sido tan pronunciada como una suerte de dictadura de la televisión o, cuanto menos, a un poder omnipresente y omnipotente de configurar lo que se denomina como opinión pública (u opinión publicada según se mire). ¿Qué papel juega la televisión en la separación de poderes? ¿A qué nivel está respecto al poder ejecutivo, del legislativo y del judicial? ¿La información que proporcionan las distintas cadenas es objetiva o puede tener visos de tendenciosa?

Las respuestas a éstas preguntas deberían hacernos pensar mucho. Hoy no cuenta el discurso sino como se comunique el mismo. No cuenta el fondo del candidato sino el aspecto externo y la buena imagen. El candidato es casi una suerte de marca sujeta a las reglas del marketing político más actual. Los asesores de comunicación política se han convertido en los nuevos gurús que coadyuvan a que los ciudadanos, casi como en una estantería de supermercado, demos importancia a unos temas e ignoremos otros. De ciudadanos participativos a consumidores de contenidos políticomediáticos.

El politólogo italiano Giovanni Sartori en su libro 'Homo videns. La sociedad teledirigida' habla una suerte de “vídeo-política” en la cual, dado que la democracia ha sido definida a menudo como un “gobierno de opinión” en la actualidad es formación de la opinión, esa inducción, principalmente la genera la televisión. No es casualidad que un Gobierno se vea condicionado por la presión mediática. Ni tampoco que el Parlamento se vea inducido a aprobar una ley en una determinada dirección u otra en función del trato brindado por los medios. Tampoco que en la administración de justicia exista un concepto tan lamentable como la 'pena de telediario' en donde más que el principio a la presunción de inocencia se parte de una suerte de presunción de la culpabilidad.

Rajoy y Sánchez con Bertín Osborne, Rivera e Iglesias con Pablo Motos. Los principales grupos mediáticos financiados, principalmente, por entidades financieras e incluso algunos por grandes fondos de inversión.

Toca reflexionar sobre el poder de la televisión; la teletocracia.