dimarts, 20 de desembre del 2016

La gente, ese concepto político indeterminado


En su documento político de 15 de febrero de 2016 Podemos utilizó la palabra 'gente' un total de 47 ocasiones en un total de 95 páginas. Parece el concepto de moda en la formación morada. 
¿A qué se refiere Podemos cuando habla de forma recurrente de la gente? ¿Qué significa un país para la gente? ¿Y que las decisiones en dicha formación política las toma la gente? ¿Un aristócrata no es gente? 

La RAE nos lo lía todo un poco más si cabe. Palabra polisémica. Gente como pluralidad de personas, también clases que pueden definirse en una sociedad (gente rica, pobre, culta, noble, etc.).

Parece como si hubieran querido sustituir la palabra 'gente' por la más que usada a lo largo de la historia 'pueblo'.
Goverment of the people, by the people for the people. Gobierno del, por y para el pueblo que dijo Abraham Lincoln. Gente como mayoría social en un determinado lugar en contraposición de la minoría que supone, en el lenguaje usado, otro tipo de gente. Peligrosa dicotomía la usada por la formación morada.

El problema quizá radica en la falta de claridad en la definición de una palabra tan genérica como utilizada por la formación. Aunque Pablo Iglesias aclaró que se refieren a
«gente corriente, la de los barrios y de los pueblos de este país de países»
Podemos corre un serio riesgo si pretende repartir carnets de qué y sobretodo quién debe entenderse por gente. ¿Si no encajas dentro de la definición de la formación morada ya no eres gente? ¿Entonces qué eres? 

Además de peligroso es el hablar en nombre de la gente abrogándose una determinada legitimidad que, en mi humilde modo de ver las cosas, no se tiene. Además es contraproducente intentar generar ese sentimiento de pertenencia a un determinado grupo social pues aquellos que no se consideren parte de él pueden enrocarse más en sus posiciones. Es como oír a dirigentes independentistas hablar del '
poble de Catalunya'.

Clarificar el lenguaje, hacer más pedagogía e incluir a personas que no se sienten identificadas con ese tótem de la gente, ese concepto político indeterminado del cual se debe, necesariamente, determinarse su significado de una manera clara, concisa y sencilla.

dissabte, 10 de desembre del 2016

Presencialismo laboral y conciliación


¿Nunca habéis tenido la sensación de haber terminado vuestro trabajo y tener que quedaros en vuestro puesto de trabajo hasta el fin de la jornada laboral? ¿Y tener que quedaros incluso más tiempo que el que estipula vuestro contrato laboral por el mero hecho de no marcharos antes que el jefe? ¿Y el mítico hago ver que trabajo cuando en realidad no estoy haciendo absolutamente nada?

Muchos países de nuestro entorno son los que han cambiado su forma de entender el trabajo. Han modificado las relaciones laborales entre empresario y trabajador entendiendo que hay un interés social superior; la conciliación laboral con la vida personal y familiar. Y tan conciliación es poder ir a recoger a tus hijos a la escuela (familiar) como poder quedar con tus amigos para tomar unas cañas (personal).

En España lamentablemente todavía no hemos hecho ese cambio de mentalidad, vivimos en el presencialismo laboral. Creen algunos que cuanto más se trabaje más productivo se va a ser cuando la experiencia y los estudios demuestran precisamente lo contrario. ¿Quién a éstas alturas duda que flexibilizar las relaciones laborales e incentivar una vida más allá del trabajo puede ser más productivo y generar más felicidad en la sociedad? ¿A mayor felicidad no habrá más productividad?

Hace unos meses, el programa Salvados de Jordi Évole, reflexionaba de una forma acertada sobre la temática. 'El milagro de la conciliación' llamó al programa. No deja de ser preocupante que en España la carga del cuidado de los hijos recaiga esencialmente en los abuelos cuando ellos no deben, en ningún caso, soportar esa responsabilidad familiar. Deberían poder disfrutarlos como abuelos y no tener que ejercer como padres. ¿Alguien se ha preguntado qué sucedería si los abuelos de éste país hicieran huelga un sólo día? ¿Hemos parado a reflexionar que adultos del futuro estamos creando?

Debemos ampliar el permiso de maternidad y equipararlo a los estándares europeos, 16 semanas es algo totalmente exiguo. También debemos igualar el permiso de paternidad con el de maternidad y que, en ningún caso puedan intercambiarse. Generas igualdad laboral y responsabilidad compartida en la crianza de los hijos. Aboguemos por unas relaciones laborales en las que ir a recoger a los hijos a la escuela no sea una quimera sino una realidad. ¿Y como no vamos a tener derecho a ausentarnos del trabajo uno de los progenitores si nuestro hijo cae enfermo? Medidas de incentivo al teletrabajo desde casa para dar solución a éste tipo de problemas.

Como sociedad nos toca reflexionar qué dimensión queremos darle al trabajo en nuestras vidas. Actualmente demasiada gente vive para trabajar y no trabaja para vivir. Y olvidamos que invertimos el tiempo de nuestra vida en conseguir un sueldo, a veces insuficiente, y olvidamos que lo verdaderamente importante de ésta vida es ser feliz. Si cuando salga del trabajo tengo tiempo para mi ocio personal o para tener un tiempo de calidad con mis hijos; ¿Quién va a dudar que ello me producirá mucha más felicidad? ¿Y quién falto de miras no puede vincular esa felicidad con ser más productivo en el trabajo? 

dimarts, 6 de desembre del 2016

Si no hay reforma profunda habrá ruptura


No deja de ser paradójico que el mayor defensor de la actual Constitución española sea el Partido Popular. La memoria es frágil. El mismo partido heredero de Alianza Popular y cuyo máximo dirigente, Manuel Fraga, se abstuvo en la votación del texto que a la postre sería la Norma Fundamental. Diputados como Federico Silva, de AP, votaron en contra.

José María Aznar arengaba a su parroquia a que se abstuviera en el referéndum de ratificación de la Constitución (podéis consultar el artículo aquí). No deja de ser muy sintomático que quienes acogieron con recelos el texto constitucional ahora se erijan de adalides de la ortodoxia constitucional. Y sólo por haber perdido la mayoría absoluta prometen cantos de sirena para iniciar la posibilidad de reformar un texto claramente desfasado. Exigen unas condiciones previas de dificultoso cumplimiento.


¿Quién informó a los ciudadanos de éste país que las elecciones de 15 de junio de 1977 iban a ser constituyentes? ¿El contexto en el que se redactó la Carta Magna no fue el de evitar otro enfrentamiento entre los españoles? ¿El poder militar no jugó un papel fundamental en la redacción del texto? ¿No debería ser ese motivo suficiente como para plantearnos una reforma profunda? ¿Cual es la diferencia entre las nacionalidades y las regiones a las que alude el texto? ¿No debería adaptarse a nuestra pertenencia a la Unión Europea?


Son cuestiones que deberían hacer reflexionar a nuestros Gobernantes. Alegan algunos que no hay consenso para reformarla. Y no les falta razón. Pero el consenso es algo que se genera con el diálogo, la cesión y el transigir en las posiciones propias. No viene dado se busca, se crea, se halla. Y aquellos que prometen diálogo pero no son capaces de una mínima cesión en sus posiciones quedarán relegados en su papel en el nuevo contexto.

Si la Constitución no se somete a una profunda reforma quedará claramente en entredicho. Máxime después de la reforma con 'agostidad' pactada entre PP y PSOE en agosto de 2011. En esos años salíamos de una dictadura, actualmente hemos vivido un largo período de relativa estabilidad política que debería impulsar claras reformas.

El síntoma de caducidad del Estado de las Autonomías ya debería, por si sólo, ser suficiente como para plantear un nuevo marco de relaciones y que las mismas fueran previstas en el nuevo texto constitucional. Si España no se reforma se acabará rompiendo. Y si se acaba rompiendo no será porque no haya tenido oportunidad de reformarse.

¿Será ésta la oportunidad de adaptar el texto al nuevo contexto? ¿O de nuevo se fracasará en el intento?