dissabte, 25 d’abril del 2015

La fosa común europea


¿Quienes somos?
¿Qué principios rigen y guían nuestras conductas? ¿Ante qué situaciones debemos rebelarnos y exigir a nuestros gobernantes una adecuada reacción? ¿Discernimos correctamente entre lo bueno y lo malo? ¿Entre lo justo y lo injusto? ¿Entre lo vicioso y lo virtuoso? ¿Asumimos nuestra responsabilidad en todo lo que sucede? ¿Vamos a seguir permitiendo que mueran personas humanas en nuestras costas?


Es interesante hacer mención al
preámbulo de la Carta Europea de Derechos Humanos para determinar cuales deberían ser los patrones de conducta que debieran regir las soluciones a los graves problemas que, en materia de inmigración y derechos básicos esenciales, acucian a Europa.

Dispone:

Los pueblos de Europa, al crear entre sí una unión cada vez más estrecha, han decidido compartir un porvenir pacífico basado en valores comunes.

Consciente de su patrimonio espiritual y moral, la Unión está fundada sobre los valores indivisibles y universales de la dignidad humana, la libertad, la igualdad y la solidaridad, y se basa en los principios de la democracia y del Estado de Derecho. Al instituir la ciudadanía de la Unión y crear un espacio de libertad, seguridad y justicia, sitúa a la persona en el centro de su actuación.”

¿De qué porvenir pacífico hablamos si cada semana dejamos morir a personas humanas en el Mediterráneo? ¿Cual es ese patrimonio espiritual y moral? ¿Valores indivisibles y universales?
¿Como podemos hablar de dignidad humana si la vida está por encima de la libertad, la igualdad y la solidaridad? ¿El espacio de libertad, seguridad y justicia sólo está reservado a los ciudadanos europeos? ¿Como se puede hacer un ejercicio de tanta hipocresía entre lo que se dice en los tratados, lo que se hace en la práctica y lo que se piensa en la realidad? ¿De qué solidaridad hablamos?

Muchas personas son las que arriesgan su vida por hallar un futuro mejor en su desesperada búsqueda de unas mejores condiciones de vida, de educación o de protección internacional u otro tipo de amenazas a su vida, libertad o seguridad. Se les denomina “refugiados del mar”. Es importante citar el Convenio Internacional sobre Búsqueda y el Salvamento Marítimos de 1979 (en adelante SAR) del que la UE es parte, en él se estipula que los Estados Partes “garantizaran que se preste auxilio a cualesquiera personas que se hallen en peligro en el mar […] sean cuales fueren la nacionalidad o la condición jurídica de dichas personas o las circunstancias en que éstas se encuentren” y añade que deberán “prestarles los primeros auxilios médicos o de otro tipo y trasladarlas a un lugar seguro”.
Es de un cinismo mayúsculo desestabilizar zonas como Siria, Libia, Somalia, Eritrea y un largo etcétera y cuando sus ciudadanos pretenden refugiarse en lo que se nos llena la boca de decir que es un espacio de libertad y de seguridad se les abandone a su suerte en las costas que son de nuestra jurisdicción. Conviene recordar que fue la OTAN la que se dio un garbeo por Libia y ha creado las condiciones necesarias para que ya no exista un Estado. ¿Resultado? Guerras tribales. ¿Y qué hacemos con los que pretenden refugiarse? ¿Les vetamos la entrada? ¿Y los refugiados sirios no tienen derecho a obtener una respuesta basada en los principios y valores que dice tener la UE?

Existen víctimas de primera y de segunda, y sabe muy mal decir que el color de la piel todavía tiene demasiado que ver. Se ha hecho la oportuna comparación entre el trato mediático recibido por el accidente de Germanwings y el dado por las tragedias humanas y casi diarias que suceden en el Mar Mediterráneo. Debiera hacernos reflexionar el hecho de que se defina a los muertos como “inmigrantes” y no como “personas”. Microracismo secular que todavía nos asola.

“Las guerras seguirán mientras el color de la piel siga siendo más importante que el de los ojos” Bob Marley.