diumenge, 8 de juliol del 2012

País de corruptos

Decía Alejandro Nieto en su libro "La corrupción en la España democrática" que "la corrupción sigue al poder como la sombra al cuerpo". No le falta ni un atisbo de razón. En el reporte que acaba de publicar Transparency International, España ha caído hasta la 31 posición con una nota de un 6,2 sobre 10, y aunque sean simples estadísticas, nos dibujan la percepción que la ciudadanía tiene del poder, es decir, una mala imagen asociada al interés privado cuando se ejerce un cargo público. Porque la corrupción, bajo mi punto de vista, no es más que eso, es confundir gestión pública con interés privado, y por desgracia, los últimos casos destapados hacen pensar que en España hay muchos sectores del poder que todavía viven con una mentalidad predemocrática, baste comentar aquí a modo de ejemplo la visión que Carlos Dívar (expresidente del Consejo General del Poder Judicial) tiene de los fondos públicos; su arbitraria utilización para viajes a Marbella no debía generar, en ningún caso, si por él hubiera sido, su dimisión. Y ésto es preocupante para con el cargo más importante del poder judicial, donde la ejemplaridad debería quedar inmaculada. Aunque aquéllos que la recomiendan para todos los cargos públicos en mensajes de navidad, a la postre, tampoco la cumplan, cuando la justicia en éste país se administra en su nombre. ¿Donde queda la ética y la moral del poder?


La corrupción queda ampliamente asociada a la financiación de partidos políticos, y es que, en la sociedad actual, en la que los grandes mítines, los carteles imaginativos, los anuncios de televisión en campaña electoral, etc. son los que acaban decantando la balanza en unas elecciones y dado su alto precio y la menguada financiación que sale de los Presupuestos Generales del Estado (recordemos que en los actuales la partida se ha visto, de nuevo, reducida) los partidos políticos, si quieren ser visibles, captar el voto publicitando su candidatura, requieren de financiación externa. Es aquí donde han operado las ya famosas recalificaciones urbanísticas a cambio de comisiones para el partido, las subvenciones a cambio de contrapartidas, los "amigos del alma", las adjudicaciones de contratos públicos a dedo y un largo etcétera. El deber de obediencia al partido hace que los políticos honrados deban mirar hacia otro lado y el corporativismo sea la nota reinante, por lo que es común que los casos de corrupción sean destapados, muy a menudo, por despechados, el partido de la oposición, etc. Y valga aquí decir que la corrupción no es un problema de izquierda o de derechas como un conjunto amplio de la ciudadanía así entiende; es un problema de llegar al poder y mantenerse en él (sin medios y recursos esa posibilidad es quimérica).


Lo más preocupante es que si el poder (la cúspide de la pirámide de una sociedad) es corrupto, las distintas capas de la sociedad tienden a serlo y de hecho, en éste país, lo son. Las últimas cifras de fraude fiscal dibujan la hiriente cifra de 81.000 millones de €, y sólo aquéllos que anden faltos de perspectiva no pueden establecer una causa-efecto entre la corrupción de los poderes públicos con la evasión fiscal. La ya famosa premisa de "no taxation without representation" cobra aquí vida, si yo no creo en la política, no creo en el Estado, opino que mis impuestos son gastados arbitrariamente y en gastos que no repercuten en mi bienestar si puedo evadir impuestos lo haré y mi justificación será que los gestores públicos no me representan y su manera de gastarse mis impuestos tampoco.
Para paliar ésta disfunción opino que debería entrar, cual estampida, la Justicia. Ella debe ser la que aplique las normas existentes que regulan la materia (que las hay pero rara vez se aplican), ella debe ser la que de el claro mensaje a la sociedad de que quién la hace la paga. Ella debe ser la que, en virtud de la separación de poderes, controle al ejecutivo y legislativo para que actúen en nombre del interés público y del bienestar general; no que se beneficien en interés provado y procuren el bienestar y ambición de su partido.


Para acabar, y fomentar la reflexión, citaré a Ludwig Von Mises, quién dijo; "La corrupción es un mal inherente a todo gobierno que no está controlado por la opinión pública". Y añadiré; "y para que haya opinión pública debe haber información objetiva y veraz".

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