diumenge, 25 de gener del 2015

La encrucijada griega

Hoy se producen las esperadas elecciones generales griegas que pueden determinar que un partido como Syriza, al que ciertos sectores tachan de extrema izquierda o neomarxista, consiga gobernar.

Grecia ha sido un país duramente castigado por la Gran Recesión económica, sobretodo a partir de 2008. Cuando el país heleno entró en el euro en 2001 mintió en sus datos macroeconómicos, con la ayuda inestimable de Goldman Sachs. Hecho que supuso que los desequilibrios económicos, en caso de una caída del PIB, se pronunciaran mucho más como de hecho sucedió cuando la economía mundial estornudó estrepitosamente tras la caída de Lehmann Brothers en septiembre de 2008.

Las recetas para Grecia fueron y han sido durísimas. Ajustes estructurales lo llaman algunos recortes en el Gasto Público determinan otros. El lenguaje no esconde que en Grecia la desigualdad ha aumentado a niveles impensables, la renta por cápita ha caído drásticamente y la histórica oligarquía de navieros, constructores y aristócratas que tienen el poder en el país sigue en su sitio. La élite política sigue en su sitio y, de hecho, prospera con la Troika.

Privatizaciones, venta de patrimonio público, disminución del gasto social, cierre de la televisión pública, despido de funcionarios y, en definitiva, una serie de medidas impuestas por la Troika para que Grecia pueda pagar el rescate. Una suerte de chantaje; te dejo los recursos que necesitas pero a cambio harás lo que yo te pida. Alemania y los actores acreedores, ingenuamente, siguen creyendo que ésta política austericida no tiene costes políticos. Aunque parece que a la desesperada el BCE se ha apresurado a anunciar una compra masiva, al fin, de deuda pública en el mercado secundario.

Si yo te debo 1 dólar el problema lo tengo yo, en cambio si te debo 10.000 dólares el problema lo tienes tú. Es algo que ya dijo Keynes y que los países acreedores de la deuda soberana griega parecen no querer entender. Es legítimo que los griegos aspiren a una reestructuración de una deuda que el último trimestre de 2014 era del... ¡176 % del PIB! ¿Y la capacidad financiera para devolverla? Grecia no ha tenido un sólo año de superávit desde que se tienen datos conocidos. Es razonable pensar que deudores y acreedores deben sentarse en una mesa a negociar.

“Viene la esperanza. Grecia avanza. Europa cambia”. Ese es el lema de Syriza. Ante unos partidos políticos tradicionales profundamente desprestigiados, y sobre los que se cierne la sospecha que no han sido más que unos meros lacayos del poder de la Troika, aparece éste partido que ya gobierna en las Islas Jónicas y en Ática, la zona más poblada del país. Esperanza, avance y cambio. Son tres ejes que ilusionan a un sector muy importante del país, los perdedores de la austeridad mal entendida que aspiran a un cambio de política económica.

¿Debe Grecia reestructurar su deuda? ¿Deberían los acreedores negociar una solución que dejara de menguar las expectativas de crecimiento económico en Grecia? ¿En que lugar quedaría la solidaridad interestatal en el seno de la UE si se continuaran exigiendo medidas claramente impopulares en los países con desajustes macroeconómicos? ¿No tuvo Alemania años de sobra para la reunificación tras la caída del muro de Berlín? ¿No incumplió, junto con Francia, sistemáticamente, las reglas de estabilidad presupuestaria del 3% de déficit y del 60% de la deuda pública en función del PIB en los 90? ¿La Unión Europea sólo lo es de nombre? ¿Permitiremos que la economía ponga en peligro un proyecto político tan ilusionante?

Ha habido bajezas electorales. Chantaje político por parte de Angela Merkel, quién se atrevió a hacer una injerencia en los asuntos soberanos griegos para insinuar hacia donde debía ir el voto. Un escándalo político que ha pasado bastante inadvertido.

Las recetas dadas a los griegos a sus desequilibrios económicos han acumulado un hastío ciudadano que ahora puede encontrar su cauce electoral con Syriza. Y ello no debería sorprender a cualquier demócrata, puesto que cuando quién gobierna lo hace para una minoría (acreedores, grandes propietarios, navieros, constructores...) la mayoría es legítimo que se rebele o que, cuanto menos, aspire a una reforma. Y con razón. Si los intereses de la deuda pública y la devolución del capital de la misma deben pasar por encima del gasto social entonces hay dos opciones; I) o bien reestructurar la deuda para que los servicios públicos básicos puedan seguir prestándose o II) se fuerza la situación dejando el terreno adobado para que haya una ruptura más o menos democrática.

¿Es que Grecia pretende aspirar a algo sumamente descabellado y apocalíptico como pronostican algunos? Éste interesante breve trabajo se encarga de responder de forma taxativa a ésta pregunta. Un sólo dato; en 14 ocasiones a lo largo de la historia, España ha caído en situaciones de impago de la deuda.

Si la UE en la que vivimos debe ser una Organización supranacional en el que los dictados económicos de Alemania son los que se siguen entonces es un proyecto en el que es poco atractivo vivir. Los valores y los principios comunes no pueden quedar únicamente sobre el papel, deben materializarse y no supeditarse a la economía. Y la solidaridad implica tener memoria y recordar aquellos momentos en que uno lo pasó mal y los otros países no exigieron sino que comprendieron. Los gobiernos deben gobernar a los mercados y no al revés.


La economía es algo demasiado importante como para dejársela sólo a los economistas. Hoy Grecia votará y el que escribe se atreve a pensar que éstas elecciones pueden marcar un antes y un después en el como se gestiona la salida de ésta Gran Recesión que tiene mimbres de un agotamiento del sistema capitalista patrimonial nacido a finales del S. XVIII. Éste último debate teórico lo dejamos para otro artículo... 

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