Hoy
se producen las esperadas elecciones generales griegas que pueden
determinar que un partido como Syriza, al que ciertos sectores tachan
de extrema izquierda o neomarxista, consiga gobernar.
Grecia
ha sido un país duramente castigado por la Gran Recesión económica,
sobretodo a partir de 2008. Cuando el país heleno entró en el euro
en 2001 mintió en sus datos macroeconómicos, con
la ayuda inestimable de Goldman Sachs. Hecho que supuso que los
desequilibrios económicos, en caso de una caída del PIB, se
pronunciaran mucho más como de hecho sucedió cuando la economía
mundial estornudó estrepitosamente tras la caída de Lehmann
Brothers en septiembre de 2008.
Las recetas para Grecia fueron
y han sido durísimas. Ajustes estructurales lo llaman algunos
recortes en el Gasto Público determinan otros. El lenguaje no
esconde que en Grecia la desigualdad ha aumentado a niveles
impensables, la renta por cápita ha caído drásticamente y la
histórica oligarquía de navieros, constructores y aristócratas que
tienen el poder en el país sigue en su sitio. La
élite política sigue en su sitio y, de hecho, prospera con la
Troika.
Privatizaciones, venta de patrimonio público,
disminución del gasto social, cierre de la televisión pública,
despido de funcionarios y, en definitiva, una serie de medidas
impuestas por la Troika para que Grecia pueda pagar el rescate. Una
suerte de chantaje; te dejo los recursos que necesitas pero a cambio
harás lo que yo te pida. Alemania y los actores acreedores,
ingenuamente, siguen creyendo que ésta política austericida no
tiene costes políticos. Aunque parece que a la desesperada el BCE se
ha apresurado a anunciar una compra masiva, al fin, de deuda pública
en el mercado secundario.
Si yo te debo 1 dólar el problema
lo tengo yo, en cambio si te debo 10.000 dólares el problema lo
tienes tú. Es algo que ya dijo Keynes y que los países acreedores
de la deuda soberana griega parecen no querer entender. Es legítimo
que los griegos aspiren a una reestructuración de una
deuda que el último trimestre de 2014 era del... ¡176 % del PIB! ¿Y
la capacidad financiera para devolverla? Grecia
no ha tenido un sólo año de superávit desde que se tienen
datos conocidos. Es razonable pensar que deudores y acreedores deben
sentarse en una mesa a negociar.
“Viene la esperanza. Grecia
avanza. Europa cambia”. Ese es el lema de Syriza. Ante unos
partidos políticos tradicionales profundamente desprestigiados, y
sobre los que se cierne la sospecha que no han sido más que unos
meros lacayos del poder de la Troika, aparece éste partido que
ya gobierna en las Islas Jónicas y en Ática, la zona más poblada
del país. Esperanza, avance y cambio. Son tres ejes que
ilusionan a un sector muy importante del país, los perdedores de la
austeridad mal entendida que aspiran a un cambio de política
económica.
¿Debe Grecia reestructurar su deuda? ¿Deberían
los acreedores negociar una solución que dejara de menguar las
expectativas de crecimiento económico en Grecia? ¿En que lugar
quedaría la solidaridad interestatal en el seno de la UE si se
continuaran exigiendo medidas claramente impopulares en los países
con desajustes macroeconómicos? ¿No tuvo Alemania años de sobra
para la reunificación tras la caída del muro de Berlín? ¿No incumplió,
junto con Francia, sistemáticamente, las reglas de estabilidad
presupuestaria del 3% de déficit y del 60% de la deuda pública en
función del PIB en los 90? ¿La Unión Europea sólo lo es de
nombre? ¿Permitiremos que la economía ponga en peligro un proyecto
político tan ilusionante?
Ha habido bajezas electorales.
Chantaje
político por parte de Angela Merkel, quién se atrevió a hacer
una injerencia en los asuntos soberanos griegos para insinuar hacia
donde debía ir el voto. Un escándalo político que ha pasado
bastante inadvertido.
Las recetas dadas a los griegos a sus
desequilibrios económicos han acumulado un hastío ciudadano que
ahora puede encontrar su cauce electoral con Syriza. Y ello no
debería sorprender a cualquier demócrata, puesto que cuando quién
gobierna lo hace para una minoría (acreedores, grandes propietarios,
navieros, constructores...) la mayoría es legítimo que se rebele o
que, cuanto menos, aspire a una reforma. Y con razón. Si los
intereses de la deuda pública y la devolución del capital de la
misma deben pasar por encima del gasto social entonces hay dos
opciones; I) o bien reestructurar la deuda para que los servicios
públicos básicos puedan seguir prestándose o II) se fuerza la
situación dejando el terreno adobado para que haya una ruptura más
o menos democrática.
¿Es que Grecia pretende aspirar a algo
sumamente descabellado y apocalíptico como pronostican algunos? Éste
interesante breve trabajo se encarga de responder de forma
taxativa a ésta pregunta. Un sólo dato; en 14 ocasiones a lo largo
de la historia, España ha caído en situaciones de impago de la
deuda.
Si la UE en la que vivimos debe ser una Organización
supranacional en el que los dictados económicos de Alemania son los
que se siguen entonces es un proyecto en el que es poco atractivo
vivir. Los valores y los principios comunes no pueden quedar
únicamente sobre el papel, deben materializarse y no supeditarse a
la economía. Y la solidaridad implica tener memoria y recordar
aquellos momentos en que uno lo pasó mal y los otros países no
exigieron sino que comprendieron. Los gobiernos deben gobernar a los
mercados y no al revés.
La
economía es algo demasiado importante como para dejársela sólo a
los economistas. Hoy Grecia votará y el que escribe se atreve a
pensar que éstas elecciones pueden marcar un antes y un después en
el como se gestiona la salida de ésta Gran Recesión que tiene
mimbres de un agotamiento del sistema capitalista patrimonial nacido
a finales del S. XVIII. Éste último debate teórico lo dejamos para
otro artículo...
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