dijous, 2 de gener del 2014

Sacyr, los sobrecostes, España y Panamá



España: una gran empresa de contrucción (o una unión temporal de empresas constituida por ellas para tal fin) concurre a un concurso público para, por ejemplo, contruír un Pavellón de Deportes. Consiguen reducir la oferta al mínimo y a la Adiminstración Pública (AP) parece interesarle (va a pagar menos). Consiguen quitarse a empresas pequeñas del medio que no pueden competir a ese coste.


Pero algo mágico sucede mientras se van desarrollando las obras. Hay sobrecostes por todos lados (¿les suena el arquitecto Calatrava?) totalmente sobrevenidos, totalmente imprevisibles y que ni a un experto en economía se le habría ocurrido que pudieran suceder. Las empresas, como es lógico (?) acuden a la Administración Pública que los contrató para que se hagan cargo de los sobrecostes. La AP acaba pagando y la obra nos acaba costando a todos los contrubuyentes más de lo presupuestado (en algunos casos ha llegado a doblarse el precio).

Y ya me imagino yo al empresario pequeño que concurrió al concurso exclamando: ¡Os lo dije! ¡Ese precio era imposible!

Demasiado tarde, las obras ya estan ejecutadas y certificadas y a nadie interesa ya el Pliego de Condiciones Generales de la obra que fue prevista y que los sospechosos sobrecostes ha encarecido.

Panamá: Una empresa española (Sacyr) concurre a un concurso público para ampliar el Canal de Panamá poniendo encima de la mesa la oferta más económica. El Gobierno, por aquello del principio de la oferta más beneficiosa económicamente, le adjudica el concurso.

En el transcurso de las obras aparecen los famosos y mágicos sobrecostes. Como es lógico (?) Sacyr acude al Gobierno de Panamá para que se haga cargo de los costes o le advierte que deberá detener las obras. El Gobierno de Panamá le dice que se vaya a freír espárragos, que se presentó al concurso público con un precio X y que si no puede hacer frente a los costes que ni ella misma previó es su problema.

Además Bechtel (la empresa de EEUU que perdió el concurso frente a Sacyr) ya advirtió de que el precio ofertado por Sacyr "no cubría ni el hormigón". 

Por fin alguien aplica el sentido común en el tema de los sobrecostes de las obras públicas. Si atendiéramos a todas las grandes infraestructuras que se han realizado en España, qué empresas han ganado el concurso público, qué precio inicial se ha presupuestado y qué precio final hemos pagado todos los contrubuyentes nos sorprenderíamos muchísimo. Otra vez alguien de fuera nos muestra el camino que debemos seguir. 

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